jueves, noviembre 01, 2007

Carta de amor



Quito. 31 de octubre de 2007

Amor mío:

Acabas de volar hacia el cielo oscuro que no me dejará verte nunca más. ¡Qué irónica es la vida! Fue un 31 de octubre que perdí a mi padre y hoy te pierdo a ti. La muerte coincide dos veces en el mismo día. Deja en mi ser un lago de desolación, la soledad va tomando de nuevo forma de una gárgola que con sus ojos absorbe mi alegría.

Esta es la segunda carta que no llegará a su destinatario. La primera, la escribí cuando las campanas recordaban un mes de la partida de mi padre y ahora la hago en medio de tu silencio, de tu ausencia.

Gracias, por los momentos de eternidad que dejas en mi alma. Gracias, por dejarme amarte por última vez.

Quiero dejar en este lienzo blanco la huella de mi pintura que hice para ti. Recreaste la historia de una niña melancólica en medio de la noche, esperando la estrella de la felicidad. En un brazo, su osito bello, que la acompañaba hasta que ese pequeño lucero llegue. Y luego aquel osito, en quien te representaste, se marcho dejando a la niña con su deseo hecho realidad.

Empezó como un cuento de niños y se convirtió en una historia real de amor, de sentimientos, de pelas que hoy con tu adiós cerró esta página. Nuestros cuerpos se conocieron bajo un cielo nublado, que jamás dio paso a la luz del sol. Pero nos revelamos hasta con la naturaleza y creamos nuestro propio resplandor al amarnos.

Cuando, tuve 15 años vi la película “El amante” y me pareció tan triste ese amor. Pienso que dentro de unos años, cuando el tiempo haya trazado las arrugas en mi rostro, también vendrá la herida de tu recuerdo y me convertiré en la protagonista de una historia similar, vendrán las lágrimas con las reminiscencias.

Con un adiós certero partiste y es mi turno. No puedo dejar de llorar, pero dentro de mi crece la esperanza de un futuro, es paradójico pero sé que tú le entenderías.
La muerte se lo lleva a todos menos el cariño. Adiós, amor mío…